La mayoría de las glándulas endocrinas son controladas por la hipófisis, por medio de las hormonas tróficas (TSH, ACTH, LH, FSH). La concentración de las hormonas en la sangre puede ser regulada por un mecanismo denominado “retroalimentación negativa”. Por ejemplo, la hipófisis secreta la TSH que estimula a la tiroides a secretar tiroxina, y esta, al alcanzar cierta concentración, inhibe la secreción de TSH por la tiroides. Al disminuir la TSH, la secreción de tiroxina también disminuye, y entonces, la hipófisis secreta más TSH que induce la secreción de más tiroxina, y así sucesivamente.
La actividad del páncreas no es controlada por la hipófisis, sino por la concentración de azúcar en la sangre. La insulina (páncreas) y el glucagón (hígado) son las hormonas encargadas de
mantener el nivel adecuado de glucemia.